AONIKEN | El Centro Cultural de Temperley






LA ÚLTIMA VEZ QUE NUNCA TE ESCRIBÍ


¿Va usted muy lejos?
(Lucian Gregory, El hombre que fue Jueves)



La última vez que nunca te escribí en Aoniken se contaban los fragmentos de una noche.

De esta manera: La noche se ha instalado en los fondos de Aonikén.
Esta noche, la noche que confina la representación que se cuenta, concierne al pasado.
Ya no habitamos ese sur de adoquines, ya no somos parte de sus calles, ya no estamos ahí. Se ha ido el teatro con sus baúles repletos de títeres: ya se fueron los que fuimos. Pero el juego de la memoria lesiona mi añoranza cuando algún muñeco me llama con su voz de palo hacia el perímetro de los redoblantes. Por eso escribo que la noche se ha instalado en los fondos de Aonikén y que preludia la función.

“Público, Respetable Público, nos están haciendo el cuento: sean bienvenidos.”
Al Respetable Público que ingresa a los fondos ya se les ha entregado el Libro de Cuentos de esa noche. Luego, se sientan en torno a los retablos y a las pantallas de sombras.
Las estrellas por cubierta hacen silencio, la luna que cae alrededor del ciego todavía no ha llegado, la falsa luna cenital da luz al centro de la escena. Los músicos inician su concierto de cuentos, cuerdas sintetizadas y voces en cámara de ecos.
Se distribuyen los primeros vasos con vino bajo la mirada atenta de los gatos en los tapiales.
Un trujamán y su manipulador se detienen bajo la luz cenital de la luna falsa.
Se inicia, pacto en la noche, el Teatro de Cuentos en los fondos de Aonikén .

"Dicen que dicen que al principio las tierras del mundo estaban vacías, que el universo todo era desiertos. Hasta que un día de los viejos, viejos tiempos…"

(El llanto de mi alma no admite marca en este relato, ¡maldita indigencia del lenguaje!).

(Un Trujamán cuenta el libro de cuentos de esa noche):
"Los diminutos fragmentos de un relato difunden la ilusión de lo no dicho. El silencio que irrumpe cuando cesa su voz contiene todas las voces por venir.
En estas playas desembarcan porfiados lectores para descubrir o inventar el territorio de sus pensamientos. Noto su llegada. Aventuro el encuentro. Registro sus ausencias.
En ocasiones, doy refugio a lenguajes fósiles que han sido abandonados en el arenal. Otras veces, el sonido de sus voces y sus palabras atrapan el eco de mis oídos.
Dicen que dicen que la escritura representa al sonido. Y que el sonido que produce la enunciación de esa escritura significa a los objetos. Sólo la palabra sonora convoca a las cosas."

(El Trujamán se desprende del manipulador. Uno de los dos, no se descubre quién, cuenta):
"Entonces libero a mi cuerpo de mí y voy hasta el mar."

(Oscuridad y silencio. El retablo del aire libera viento de Ningunaparte. La voz del ciego habla el cuento):
"Y sé que están, en cualquier lugar del aire, están. Y evocar tiene sentido.
No escribo (dice el ciego) para que lean, lo hago para que retornen a este sitio y me estallen el ánimo y la cabeza. Sepan disculpar, a veces, lo quiero todo.
Quiero ser honesto, me propongo plagiar vuestras almas."

(Una luz incierta se mueve entre el Respetable Público. Sentado en alguna silla, sin micrófonos que amplifiquen su voz, Alguien dice):
"Las maravillas que se concentran en una piedra pueden banalizar las cordilleras."

(Un Trujamán sigue su relato, las ramas de la araucaria embellecen el muro):
"Los fragmentos que pasan por este lugar recogen vuestro aliento y emigran. Diógenes Hozté los compila en su novela, los falsifica con aliento tenaz y los enuncia. Las razones de sus porfías constan en la palabra de sus prólogos."

(Una Ella emerge del retablo de las Ellas y cuenta, descalza entre los jazmines):
Diógenes me ha dicho que le han dicho:
-He venido a darte aviso: vas a morir, preparate. Debés escribir el libro que contenga lo que estimes valioso tras tu nombre, aquello que te siembre entre los hombres. Decime cuál es el libro.

(Una voz de Diógenes):
-Aún no fue escrito.

(Una Ella):
-Entonces escribí el libro que te perdure pues tu muerte no llegará tarde.

(Un Yo, sentado en la tarima de sonido, con un vaso de vino tinto en la mano, mira a través de una ventana):
"El libro que compila Diógenes Hozté es el libro para mi muerte.
No sé si el libro que quede de mí deberá traducir y falsificar las historias que anhelé vivir. Dudo entre dedicar el resto de mi vida a escribir este libro o dejar, en algún cajón de algún escritorio en algún lugar, un ejemplar sublime, con hojas en blanco. Vivir para escribir u olvidarlo todo.
Dos libros. El primero tutela historias que pude hurtar de mil rincones. Es un libro sucio, brutal e imperfecto.
El segundo es excelso, sus hojas en blanco no cuentan siquiera el rastro mínimo de una mácula.
Pero ante mi muerte, debo exponer uno de ellos."


(Otro Yo, muñeco de manto gris, caminando entre el Respetable Público hasta perderse en las sombras):
"Pensamientos banales: Estoy frente al mar en una playa invadida por fragmentos de roca. Estoy frente al peor de los mares que he imaginado. No es un mar de tempestades, es un mar sin olas, inaudita playa cobijada por un mar estanco.
Miro el mar. Una de sus costas es la que me espera al final del viaje. Ahora ¿debo cruzar el mar o ya lo he cruzado?"

(Otro Yo, apareciendo de las sombras; Otro Yo llorando bajo el sauce; Otro Yo corriendo patos; Otro Yo pensando en voz alta):
"Pensamientos banales: Jamás intente hallar el lugar buscado caminando la vuelta al mundo hacia el sur, cuando alcance el polo morirá de frío sin saber cómo seguir. Tampoco camine hacia el norte.
El lugar que busca en este mundo es el que se encuentra más al oriente de usted. No corra, repose."

(Un Viejo Yo):
-Amor, señalá un sitio en este mundo al cual no deba ir.

(Una Ella):
-Conmigo.

(Se derrama el vino de un vaso; dos amantes se besan en la cuarta fila; varios Yo salmodiando diálogos):
"Ella la Muerte viene a buscarme:
-Muerte, ¿cómo he de morir?
-Buscándome.
-¿Dónde moriré?
-En este lugar.
-¿Cuántas veces estaré aquí?
-Sólo una.
-Entonces seré inmortal."

(Entra a escena la luna verdadera por el cielo estrellado mientras baña el rocío la hierba tierna. Entra, además, el ciego que cuenta):
"Y también se leerá cómo aconteció en estas playas, en un día sin mareas, que andaba el ciego con los zapatos descalzos tratando de ver la luna.
Y la luna que andaba dando vueltas alrededor del ciego mirando siempre con su cara de ojo blanco.
Porque la luna no cae alrededor de la Tierra, la luna cae alrededor del ciego que anda con los zapatos descalzos por estas playas en un día sin mareas.
Y el ciego lloraba porque nadie se ofrecía a mostrarle la luna. El ciego andaba entre los bañistas nocturnos y ninguno le soplaba aliento en la mejilla. Andaba hasta quemarse las lágrimas tratando de ver la luna. Y nadie le daba siquiera un ojo mientras la luna seguía y seguía y sigue cayendo alrededor del ciego y no de la Tierra ni de los bañistas.
Y la dignidad del ciego y el pudor de la luna y la perfidia de los bañistas que no pueden ver más allá de sus ojos. Encerrados en sus ojos no pueden ver ni el afuera ni el adentro.
Todo en estas playas, en un día sin mareas."


(Una gata que se ha quedado sin caricias maullando en el tapial; Los Varios Yo salmodiando diálogos):
"Ella la Muerte viene a buscarme:
-Muerte, ¿cómo he de morir?
-Buscándome.
-¿Dónde moriré?
-En este lugar.
-¿Cuántas veces estaré aquí?
-Sólo una.
-Entonces seré inmortal.
-¿No vas a buscarme?
-No.
Ella la Muerte se va sonriendo."

(Un Nuevo Yo):
Ahora ¿debo cruzar el mar o ya lo he cruzado?"

(Un Viejo Yo):
-Amor, señalá un sitio en este mundo al cual no deba ir.

(Una Ella):
-Conmigo.

(Un Trujamán):
"Entonces libero a mi cuerpo de mí y voy hasta el mar."

(Los Varios Yo salmodiando diálogos):
"Ella la Muerte viene a buscarme:
-Muerte, ¿cómo he de morir?
-Buscándome.
-¿Dónde moriré?
-En este lugar.
-¿Cuántas veces estaré aquí?
-Sólo una.
-Entonces seré inmortal.
-¿No vas a buscarme?
-No.
Ella la Muerte se va sonriendo.
Sabe que no podré vivir sin amor.
Se sienta en el borde justo del mar, moja sus pies descalzos en el agua y espera que la luna deje de caer alrededor del ciego."

(Se llenan con vinos los vasos de todos los presentes, sean personas, ánimas o muñecos).

(En las pantallas de sombras del retablo se enciende una ventana).

(Se brinda a la salud de los cuentos, de los ausentes y de los que, alguna vez, recordarán la noche).

Y entonces la luz

(que no es el final de la noche)







La Biblioteca Fabularia
Teatro de Cuentos | Acto 17 | Escena 10







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