Acto 38: Manual del Minificcionista



Acto 38
MANUAL DEL MINIFICCIONISTA
Lección Nº71: De eslóganes, proposiciones, prejuicios y otras datas


Fragmentos seleccionados para las
III JORNADAS NACIONALES DE MINIFICCIÓN
Rosario, Ciudad de la Rosa y el Río
Octubre de 2009
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ESCENA 11

EN POS DEL LOGO
(CUANDO LA FICCIÓN IMPORTA MÁS QUE UN FICCIONISTA)




Algunos dicen que sin tiempo no hay ficción, que sin tiempo no hay siquiera espacio para el más insignificante silencio del silencio.


Pero dicen que dicen que, cuando el tiempo no alcanza para dar voces a las ficciones de todos, los escritores de Obnúbila ofrecen su silencio. Lo que estos tipos creen es que escuchar al otro es, siempre, más importante que aquello que uno puede decir todo el tiempo. Permitan ustedes que me atreva al placer de esta premisa, y celebre entonces, la maravilla de tener oídos para honrar la voz que sigue.




Te escuché decir alguna vez, querido amigo que somos inconclusos cuando nos reconocemos suicidas.
Quien una noche cualquiera llegue para soñar mi sueño asumirá la pesadilla de resucitarme. No recomiendo semejante comparecencia, aliento mejores accidentes.
Y me duermo despeñando la cabeza en el abismo de la cama. Y al despertar, pierdo el juicio y me sumerjo en un estanque de palabras. El lenguaje es una jaula.


Me escuchaste decir, que algunas veces, al despertar me miro en el espejo para saber que: “La cabalgadura de un rey ignorante no necesariamente es un burro.”
Mi caballo por un reino. Mi burro por un reino.


Querido amigo, los muertos y los inconclusos, al igual que los vivos, ignoramos qué hay más allá de la muerte.
Los muertos y los inconclusos, al igual que los vivos, no saben de dónde vienen.
La ignorancia resulta ser nuestra mejor estampa.


Querido amigo, toda estrella es fugaz. El universo es un instante.
Y donde termina el universo, comienza el infinito.
En ese lugar conviene instalar a un teólogo con un espejo en la mano. ¿Qué especulaciones iluminarán su espíritu en tamaña frontera?


Vamos a suponer, en este acto de ocaso, que los horizontes juran fidelidad al mundo y que, antes de la Historia, todo era verdad.


Ha escrito aquel poeta de bambalinas: La primera palabra, Ubú, es una palabra jamás pronunciada.
Y el hecho teatral es, necesariamente, irreversible.


Querido amigo, la escritura es el epitafio de la voz.


La escritura es un intento desesperado por representar los sonidos del pensamiento.


La expresión oral del pensamiento determina su ausencia.


Todo relato es un anuncio del siguiente.
Pero vivir esperando algo, amigo mío, devalúa el presente.


Necesito encontrar palabras que puedan representar mi pensamiento. No se trata de recordar las palabras que pensamos; si así fuera, bastaría con ejercitar, apenas, la memoria. El pensamiento no discurre sólo por códigos alfabéticos. La intuición y la percepción de una idea van más allá de su traducción. Rara vez uno escribe lo que piensa, por lo común uno escribe lo que escribe. La escritura es una ínfima y falaz expresión del pensamiento.


Decías alguna vez que a muchos escritores de esta ciudad les cortan la lengua para obligarlos a escribir todo.
Y todos los escritores relatan siempre la misma historia. Lo mismo acontece con los suicidas inconclusos.


Antes de la Historia, todo era verdad.


Abandonar el lugar es, en algunas ocasiones, hacer caminos.
Los inconclusos, encadenados a la excusa de las ciudades, nos hacemos el cuento de la escritura. Y así como en todo mapa existe un sitio que no pertenece a este mundo, en toda escritura se extiende un sendero que conduce a los Teatros del Cuento.


Mañana comienzo el viaje. Siempre mañana, siempre inconcluso.


Guardo en mi mochila, además de los trebejos necesarios, una “Plegaria para el Hacedor de Caminos”. Dejo copia para el que sigue. Querido amigo mío…


“Que tu sombra acompañe las huellas por labrar; abandona sin remordimientos las que se aferren al paso dado.
Que los desiertos te abran el horizonte cuando amarres el alma a un recuerdo.
Que los bosques templen tus miedos atroces en las costillas de un lobo.
Que los pueblos no te oculten el camino cuando escuches la voz de sus calles.
Que los hombres no humanicen tus gritos desesperados.
Que los sueños no te despierten en la mitad de un milagro.
Que las palabras te signifiquen cuando te busques en los laberintos de un relato.
Que la lluvia te llegue del cielo y no de los dioses.”


Antes de la Historia, todo era verdad.
Después de la Historia, todo es ficción; que es decir lo mismo.






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ESCENA 10

FE DE RATAS


Escuche, quiero ser honesto, lo más probable es que jamás lo inviten a evento literario alguno. Pero si este raro experimento acontece no tendrá usted tiempo suficiente para decir lo que quisiera. Ergo, lleve en un viejo cajonzuelo de madera algunos cuentitos de tono más bien irónico.
Recuerde, además, que en todo encuentro de especialistas se verifica la paradoja de Espinosa: “los asistentes no tienen tiempo para escuchar a nadie pues, por lo común, sólo están interesados en que los escuchen”.
Inicie su verbo inventado una explicación que justifique lo que para el auditorio es evidente: el pobre estado de su pobreza material. Diga, con voz neutra:


Todo lo que ocurra de ahora en más, también será ficción.




Luego, con natural impostura, abra usted la cajuela de madera y extraiga una fabulación al azar. Y lea. Todo lo que ocurra en más, será ficción.




“Estigmada señora Tomassini, estigmada señora Colombo, estigmados todos: se saluda.
Lamento informar a ustedes que La Biblioteca Fabularia no podrá representar el acto de Teatro de Cuentos programado para estas jornadas porque los fabuleros se encuentran detenidos, con todos los trebejos necesarios para el desarrollo dramático, en el aeropuerto de Melincué. Las autoridades de dicha localidad se aferran sistemáticamente a un argumento trivial: “Si no pagan boleto, no viajan”. Esto es, “sin pasaje no hay pasajero”. Y por más que pataleen los detenidos enunciando que, si algo define a un fabulero en este mundo es, precisamente, el ser pasajero, efímero, provisorio y precario, nada. Nada de nada.


Sigamos entonces. En este momento, un integrante de la Comisión de Mitómanos de la Biblioteca Fabularia, debería circular entre vosotros para repartir estampitas literarias. Luego, como si esto representase un colectivo y ustedes fueran los usuarios del mismo, pasaría a trocar retórica escritural por monedas.
Pero yo, como buen fracasador, soy incapaz de llevar a cabo acto tan admirable. Por tal menester me veo en la obligación de hacer lo que siempre hago en la vida: improvisar”.




Estigmado público, respetable público:
Hay, en la Biblioteca Fabularia, un patético amante de los efectos que provoca la intertextualidad en los lectores de minificción. Y visto que, por arraigo peripatético, toda literatura es un plagio al abecedario, traigo ante vuestros oídos dos fabulaciones devenidas de su pluma. La primera se intitula:


FUNDACIÓN MITÓMANA DE BUENOS AIRES


Hay un epígrafe, es el siguiente:
"A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires".
Y el decir del epígrafe se adjudica a un tal
Luis Borges

Cuando los Fenicios fundaron Buenos Aires, los habitantes del lugar no los vieron con buenos ojos.
Los habitantes del lugar no vieron con buenos ojos a los Fenicios que fundaron Buenos Aires porque, en su gran mayoría, eran cortos de vista o ciegos.
Pero cierto es que los hermanos Fenicio fundaron Buenos Aires.
Y también es cierto que Fenicio Gutiérrez y Fenicio Estrogoff dieron por nombre “Buenos Aires” a la empresa que fundaron.
Y aunque a mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires, en el tanque del camión que circula por los albañales del barrio aún hoy puede leerse “Empresa Desagotadora Buenos Aires”, atendida por sus fundadores.


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La segunda fabulación connota intertextualidad con aquella


FÁBULA DEL NIÑO QUE ALERTABA SOBRE LA LLEGADA DEL LOBO PERO QUE ERA UNA MENTIRA DEL MOCOSO.


A saber:
Bajando a los gritos de la montaña el lobo anuncia que viene el niño.
Conocedores de la fábula, los lobos descreen del lobo y no lo escuchan.
Bajando a los gritos de la montaña el lobo anuncia que viene el niño.
Sabedores de la fábula, ustedes ya presienten que el niño se comerá a los lobos. Y no lo escuchan.


Cristalizados por las fábulas, ya nadie escucha al lobo que baja a los gritos de la montaña anunciando que viene el niño.


Entonces es el lobo el que tiene que ir solo como un perro a buscar a la partera del pueblo.


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Bien, para terminar, y por más que los encomendados de la Biblioteca Fabularia no hayan aportado a este acontecimiento, debo cumplir con las obligaciones adquiridas con los anunciantes que hicieron posible nuestra inasistencia.


En un breve espacio de minipublicidad quiero agradecer los auspicios del Ministerio de Obras y Servicios: porque, al fin y al cabo, todos vivimos gracias a la obra púbica.


Y concluyo con una gacetilla:
Las empresas productoras de agroquímicos, empresas a las que les interesa el país, organizaron un concurso nacional de pintura.
El primer premio, fue otorgado por decisión unánime del jurado, a Monsanto, eximio pintor de naturalezas muertas.


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Estigmados míos, el mundo se diluye en las cosas y éstas escurren hacia el costado de la memoria hasta caerse, de puro olvido, en el exilio del tiempo.
De nuestra vida, de esta marca leve entre tiempos, alguna cosa o ninguna podrá nombrarnos donde nunca.
Pero yo los veo vivir, ¿qué otra cosa es, entonces, mirar el universo?




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ESCENA 9




A veces es útil retirarse siguiendo una línea minimalista, sencilla y de tono terapéutico. Apenas concluya el relato opte por el desvanecimiento escénico. Diga, “para terminar, más vale malo conocido que bueno por conocer o”




JUGAR SIN JUGAR


Ayer recordé que la muerte quería jugar con nosotros y que no la dejábamos porque en casa nos decían que era mala cosa. “Puta cosa”, decían en mi casa. Ayer recordé que ella se quedaba sola, pitando un faso a mitad de cuadra, más sola que Dios. Hasta que un día, cansada de esperar por nuestra invitación a jugar, se fue. Ayer recordé que ella se quedaba sola y que nosotros crecimos y nos apestamos de melancolía. O de olvido. Y que mañana ya no recordaremos nada de todo esto. Y que la vida no tiene sentido porque ella, la muy parca, se ha perdido no sé dónde. Y que sin muerte no hay muerte. Y que en esta espera infinita ya no hay lugar para jugar. “Puta cosa” la melancolía, “puta cosa” la inmortalidad.


Mientras se levanta para retornar al desierto de las fabulaciones puede apelar al plagio de algún saludo de despedida del tipo:”Doy gracias a las ánimas que han inventado el tiempo de este espacio. Un saludo, una reverencia. He sido Hernández digo, Macedonio Hernández. Y esto, es un decir”.






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ESCENA 8



Un minificcionista puede secuenciar decires y dejar que éstos trabajen solos. Explicite el título:


DUEÑOS DE LA TIERRA


Hable nomás. Dice la ley imperial: “El imperio es dueño de la tierra”. Dice la Campaña Ecologista: “Hay que devolver la tierra a los aborígenes porque éstos son sus verdaderos dueños”. Dice la voz aborigen: “La tierra no tiene dueño”.


Puede dar un toque de adecuación a las modas semánticas y desalojar al “aborigen” para instalar en su dominio al “pueblo originario”.







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ESCENA 7



Intente otro título alegórico para reforzar el dominio de definición del caso:


CIRCULAR VICIOSA
O SI PIERDE LA CADENA PERDERÁ EL SENTIDO CICLISTA


Transcriba el enunciado de una solicitada: “Los autores más prestigiosos del mundo de las ideas se manifiestan en contra todo tipo de autoritarismo”. Haga evidente la cadena semántica: autoritarismo – autoritario – autoridad – autor.




Sintetice: Para acabar con los autoritarismos sólo hay que terminar con los autores.



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ESCENA 6



Un minificcionista básico puede apelar a cualquier tipo expresiones públicas. En este caso inicie el desorden desde un título alegórico. A saber:


EL DRAGÓN MUERDE SU COLA
O POR QUÉ LA IZQUIERDA NUNCA GANA EN ESTE PAÍS


Transcriba un enunciado mediático. Por ejemplo: “Los militantes de izquierda aborrecen a los militares”. Sume una premisa: Sólo los militares pueden militar. Infiera: entonces los militantes de izquierda se aborrecen a sí mismos.







Suspenda en este caso el toque poético: “el que no tiende no entiende”.






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ESCENA 5



A continuación reponga el tono de su digna voz y enuncie el título de su siguiente minificción:


MATAR ES BUENO


Observe al respetable público, algunos mueven la cabeza en gesto negativo porque son sujetos bien educados.
Continúe: Matar es bueno. Matar el filo del vidrio, para que no te lastimes, es bueno. Matar es bueno. Matar el tiempo leyendo libros es bueno. Matar es bueno. Matar la sed con una cerveza helada es bueno. Matar al virus que te enferma. Matar la maleza que ahoga al rosal. Matar al Mal. Matar animales para comer. Matar al enemigo. Matar es bueno. Matar es bueno. Muy bueno.


Y el toque poético infaltable: Matar es bueno. Ahí vienen los otros. Son negros, son pobres.










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ESCENA 4



Y ahora bien, estigmado escritor, el que no tiende no entiende.
Si es usted un minificcionista, hágase invitar a algún evento específico del género. Cuando llegue su turno en la mesa de lectura anuncie el título de su minificción. Enuncie, con digna voz, una proposición del tipo “x es y”. Por ejemplo:


DISCRIMINAR ES MALO


Observe al respetable público, algunos mueven la cabeza en gesto afirmativo porque son sujetos bien educados.
Continúe: Discriminar es malo. Entonces, ya no discrimino entre el bien y el mal porque discriminar es malo. Ya no discrimino entre los asesinos y las víctimas porque discriminar es malo. Ya no discrimino entre la verdad y la mentira. No a la discriminación. No a la discriminación. Quiero ser progresista. No discrimino.


Concluya con un toque poético: “el que no tiende no entiende”.














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ESCENA 3




INTROITO


Estigmado público, respetable público.
Con los escombros del fracaso continuo ha sido fabulado
un Manual del Minificcionista. Toca a este mensajero
representar ante ustedes la transposición didáctica
de algunos fragmentos de la Lección Nº71intitulada:
"De eslóganes, proposiciones, prejuicios y otras datas".


Palabras nunca dichas por Macedonio
en las III Jornadas Nacionales de Minificción.




Para el desarrollo empírico de los protocolos pautados en esta lección debe el minificcionista coleccionar un número reducido de eslóganes, proposiciones, prejuicios u otras datas extraídas del reservorio cultural suministrado por los cánones de uso popular y/o académico.


Luego, sencillamente, haga notar su corpus. Extienda su corpus por el mundo porque “el que no tiende no entiende”.






Pueden recordarse algunas perogrulladas recogidas en anteriores lecciones del manual:


Benedicto Espinosa desagregó cuestiones inherentes al acto de habla:
“Hablar de un escritor puede no ser lo mismo que hablar de su escritura.
Hablar de un género literario no implica, necesariamente, hablar de lo literario del género.
Hablar de un libro no siempre significa hablar acerca de lo que está escrito en el libro”.


Diógenes Hozté supo recomendar:
“Cuando asista a eventos literarios, guárdese bien de quienes están más interesados en decir que han escrito un libro que en decir lo que han escrito en ese libro”.


Cuando se trataron los Alfabetarios de la minificción, retomamos los artículos que Hugo Alejandro Anirak escribió a finales de los ochenta del siglo pasado en las terrazas de Aonikén:
“Algunos creerán que la minificción será un dado número de palabras o un texto asentado en soportes no convencionales.
Pero sin ficciones no habrá mini ni macro ficciones.
La minificción no es una colección de palabras cuyo número no supere una cota establecida. Cien palabras no hacen una minificción.
Y aunque la minificción será una moda, la ficción no sufrirá esas contingencias.


Del informe de David Ovich al Grupo Editor de Sueños referimos:
“Y hablando de soportes no convencionales: Una zapatilla es un soporte válido para registrar la escritura de una ficción, pero el soporte no es lo que debería trascender. El soporte no es el fin. Pues podría recordarse una zapatilla escrita más que lo escrito en una zapatilla.


Lo mismo ocurre cuando el escritor somete su escritura a sí mismo para reclamar dominios de autoridad. Con esta práctica autoritaria, tal vez se recuerde al autor más que a su escritura.
A veces, cuando subordinan la ficción al género, al autoritarismo o a los soportes, los minificcionistas suelen convertirse en miniescritores.


Hay mucha gente que no tiene tiempo para leer porque está todo el tiempo escribiendo.
También hay mucha gente que no tiene tiempo para leer un libro porque está todo el tiempo comprando libros. Este es el gran consumidor forjado y educado por el mercado editorial.
Casi todas las editoriales publican libros para vender, no para que se lean. El mejor comprador de libros es el que no lee los libros que compra pues, si está leyendo, no está comprando.
Incluso, ciertas editoriales ya están vendiendo libros en blanco.
Queridos compradores de cultura, es hora de revisar vuestras bibliotecas”.






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