ESCENA 2

INSULSA FABULILLA QUE ALERTA ACERCA DEL PELIGRO QUE PUEDEN CORRER ALGUNOS ESTUDIOSOS DEL GÉNERO


Hubo un día en el que llegó hasta la Biblioteca Fabularia de Obnúbila una comitiva de estudiosos de los géneros literarios.


Recorrieron los frágiles estantes de la biblioteca, las mesas atiborradas de tiempo, los cajones de penumbra, el patio de plantas de aire. Acopiaron fabulaciones. Valiéndose de un escáner y un contador digital de letras cotejaron el número de palabras de cada obra y concluyeron, tras siete días de cómputos, que los mismos podían incluirse en el precepto de definición de lo que daban en llamar “minificciones”. Labraron un acta donde resumían que los escritores fabularios eran minificcionistas.


Necesitaron otros siete días para crear un universo conceptual acerca de los soportes materiales que utiliza la Biblioteca Fabularia para intentar la inútil porfía de sobrellevar la muerte y el olvido de sus voces.
De aquel registro pueden rescatarse algunas citas:
En este lugar de Ningunaparte existen minificciones escritas en hojas de papel de todo tamaño y calidad.
Hay una colección de textos impresos en envases descartables de cartón, plástico y vidrio. Llama la atención una serie de escritos contenidos en botellas de vidrio. Las mismas son arrojadas en ríos y arroyos para que el azar las conduzca hacia un lector o hacia la nada, destino que cifra, al fin, la razón de todas las cosas.
Hay títeres y objetos del teatro que anidan el decir narrado en el espacio de los dramas.
Hay obras escritas en las paredes despintadas y en las cortinas de la sala, también las hay en las sábanas y almohadas de habitaciones reservadas a eventuales visitantes de sueños.
Hay relatos guarecidos en porciones de árboles secos que fueran traídos desde las inmediaciones del desierto.
Hay voces escritas en los escombros de viejos edificios demolidos.
Hay cuentos estampados en cajas de madera, en sobres de azúcar y de té, en camisas de algodón, en pañuelos de seda que se ovillan en torno al cuello.
Hay ficciones preparadas para su abandono en las mesas de los bares, entre las hojas de otros libros, en los bancos de las plazas y en los asientos de los colectivos.


Dos veces siete días fueron necesarios para crear un registro provisorio del universo fabulario refugiado en esa biblioteca de Obnúbila.
Al partir, los estudiosos dieron memoria antológica a gran cantidad de escritos y catalogaron un abanico inmenso de objetos destinados a efímeras existencias en este mundo.
Pero al igual que muchos otros, no leyeron un solo texto.







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ESCENA 1

ESTIGMADA SEÑORA TOMASSINI


De nuestra mayor consideración:


Sabe usted, a esta altura de las ficciones inconclusas, que convocar escritores del universo fabulario a una presentación pública conduce necesariamente a un acto fraudulento. “Mi mundo no es de este reino” significa, para nosotros, mucho más que un juego de palabras. Pero usted quiere que abandonemos el lugar de existencia; quiere llevarnos de las premisas a las misas.
Usted quiere, estigmada señora Tomassini, un Acto de Teatro de Cuentos.


Entonces será que la Comisión de Mitómanos de la Biblioteca Fabularia transcribirá hacia vuestros dominios a uno de sus Macedonios. Y si en algún tiempo del tiempo será dado este accidente, ante usted y sus respetables compañías, habrá un Macedonio contando:


Un Macedonio prescribió que “abandonar el lugar de existencia significa, en primer término, fugarse de la realidad. La idea no es original ni concluyente; define apenas una marca de costumbre pues al fin, los inconclusos, encadenados a la excusa de las ciudades, nos consolamos con la evasión en la escritura. Afirmamos que escribir es, en primer término, huir de la realidad. Y esto, si quiere, sólo lo decimos para decir algo.
Luego, y así como en todo mapa existe un sitio que no pertenece a este mundo, en toda escritura se desdobla un sendero que conduce a palabras que jamás podremos hallar”.


Otro Macedonio vislumbró en el pasado de la Eterna: “Todo se ha escrito, todo se ha dicho, todo se ha hecho, oyó Dios que le decían y aún no había creado el mundo, todavía no había nada. También eso ya me lo han dicho, repuso quizá desde la vieja, hendida Nada. Y comenzó.
Una frase de música del pueblo me cantó una rumana y luego la he hallado diez veces en distintas obras y autores de los últimos cuatrocientos años. Es indudable que las cosas no comienzan; o no comienzan cuando se las inventa. O el mundo fue inventado antiguo”.


Atentamente, Comisión de Mitómanos de la Biblioteca Fabularia.











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