ESCENA 10

FE DE RATAS


Escuche, quiero ser honesto, lo más probable es que jamás lo inviten a evento literario alguno. Pero si este raro experimento acontece no tendrá usted tiempo suficiente para decir lo que quisiera. Ergo, lleve en un viejo cajonzuelo de madera algunos cuentitos de tono más bien irónico.
Recuerde, además, que en todo encuentro de especialistas se verifica la paradoja de Espinosa: “los asistentes no tienen tiempo para escuchar a nadie pues, por lo común, sólo están interesados en que los escuchen”.
Inicie su verbo inventado una explicación que justifique lo que para el auditorio es evidente: el pobre estado de su pobreza material. Diga, con voz neutra:


Todo lo que ocurra de ahora en más, también será ficción.




Luego, con natural impostura, abra usted la cajuela de madera y extraiga una fabulación al azar. Y lea. Todo lo que ocurra en más, será ficción.




“Estigmada señora Tomassini, estigmada señora Colombo, estigmados todos: se saluda.
Lamento informar a ustedes que La Biblioteca Fabularia no podrá representar el acto de Teatro de Cuentos programado para estas jornadas porque los fabuleros se encuentran detenidos, con todos los trebejos necesarios para el desarrollo dramático, en el aeropuerto de Melincué. Las autoridades de dicha localidad se aferran sistemáticamente a un argumento trivial: “Si no pagan boleto, no viajan”. Esto es, “sin pasaje no hay pasajero”. Y por más que pataleen los detenidos enunciando que, si algo define a un fabulero en este mundo es, precisamente, el ser pasajero, efímero, provisorio y precario, nada. Nada de nada.


Sigamos entonces. En este momento, un integrante de la Comisión de Mitómanos de la Biblioteca Fabularia, debería circular entre vosotros para repartir estampitas literarias. Luego, como si esto representase un colectivo y ustedes fueran los usuarios del mismo, pasaría a trocar retórica escritural por monedas.
Pero yo, como buen fracasador, soy incapaz de llevar a cabo acto tan admirable. Por tal menester me veo en la obligación de hacer lo que siempre hago en la vida: improvisar”.




Estigmado público, respetable público:
Hay, en la Biblioteca Fabularia, un patético amante de los efectos que provoca la intertextualidad en los lectores de minificción. Y visto que, por arraigo peripatético, toda literatura es un plagio al abecedario, traigo ante vuestros oídos dos fabulaciones devenidas de su pluma. La primera se intitula:


FUNDACIÓN MITÓMANA DE BUENOS AIRES


Hay un epígrafe, es el siguiente:
"A mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires".
Y el decir del epígrafe se adjudica a un tal
Luis Borges

Cuando los Fenicios fundaron Buenos Aires, los habitantes del lugar no los vieron con buenos ojos.
Los habitantes del lugar no vieron con buenos ojos a los Fenicios que fundaron Buenos Aires porque, en su gran mayoría, eran cortos de vista o ciegos.
Pero cierto es que los hermanos Fenicio fundaron Buenos Aires.
Y también es cierto que Fenicio Gutiérrez y Fenicio Estrogoff dieron por nombre “Buenos Aires” a la empresa que fundaron.
Y aunque a mí se me hace cuento que empezó Buenos Aires, en el tanque del camión que circula por los albañales del barrio aún hoy puede leerse “Empresa Desagotadora Buenos Aires”, atendida por sus fundadores.


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La segunda fabulación connota intertextualidad con aquella


FÁBULA DEL NIÑO QUE ALERTABA SOBRE LA LLEGADA DEL LOBO PERO QUE ERA UNA MENTIRA DEL MOCOSO.


A saber:
Bajando a los gritos de la montaña el lobo anuncia que viene el niño.
Conocedores de la fábula, los lobos descreen del lobo y no lo escuchan.
Bajando a los gritos de la montaña el lobo anuncia que viene el niño.
Sabedores de la fábula, ustedes ya presienten que el niño se comerá a los lobos. Y no lo escuchan.


Cristalizados por las fábulas, ya nadie escucha al lobo que baja a los gritos de la montaña anunciando que viene el niño.


Entonces es el lobo el que tiene que ir solo como un perro a buscar a la partera del pueblo.


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Bien, para terminar, y por más que los encomendados de la Biblioteca Fabularia no hayan aportado a este acontecimiento, debo cumplir con las obligaciones adquiridas con los anunciantes que hicieron posible nuestra inasistencia.


En un breve espacio de minipublicidad quiero agradecer los auspicios del Ministerio de Obras y Servicios: porque, al fin y al cabo, todos vivimos gracias a la obra púbica.


Y concluyo con una gacetilla:
Las empresas productoras de agroquímicos, empresas a las que les interesa el país, organizaron un concurso nacional de pintura.
El primer premio, fue otorgado por decisión unánime del jurado, a Monsanto, eximio pintor de naturalezas muertas.


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Estigmados míos, el mundo se diluye en las cosas y éstas escurren hacia el costado de la memoria hasta caerse, de puro olvido, en el exilio del tiempo.
De nuestra vida, de esta marca leve entre tiempos, alguna cosa o ninguna podrá nombrarnos donde nunca.
Pero yo los veo vivir, ¿qué otra cosa es, entonces, mirar el universo?




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